Las fiestas religioso-profanas de carácter popular tienen lugar en algunos Pueblos de México desde la época colonial, que abundan de sabor folclórico y que atraen miles de visitantes, tuvieron su origen: en votos de imploración pidiendo auxilio divino; en momentos de angustia; en trance crítico por movimientos telúricos, en impresionantes erupciones volcánicas; en la amenaza de terribles epidemias; ante la presencia de fenómenos atmosféricos, etc., que, a su paso sacrificaron vidas humanas, causaron destrucción, ruinas, y dejaron imperecedero recuerdo en corazones estrujados y poseídos de pánico.
Nuestro pueblo tradicionalmente cristiano, consciente de su impotencia ante la fuerza del elemento, de lo enigmático del fenómeno y frente a los desastres causados, se ve en el trance de acudir a un Ser Supremo, busca un intercesor, a un Protector contra esas adversidades, representado en la imagen de un Cristo, de la Virgen María o de algún santo de su especial devoción, ofreciéndole recordar cada año el infausto acontecimiento con actos piadosos en su honor y juramentada la promesa. Dada la idiosincrasia de nuestro pueblo, estoico en las adversidades, con el tiempo a la piadosa conmemoración le fue agregando eventos profanos en honor del Protector elegido: danzas autóctonas, fuegos pirotécnicos, música, chirimías, endosos, corridas de toros, etc. Todo esto unido a las romerías venidas de los otros pueblos a pagar sus “mandas” unos, otros por mero esparcimiento, incrementó la concurrencia de mercaderes y de compradores, convirtiéndose la celebración anual en verdadera Feria.
Nuestro pueblo tradicionalmente cristiano, consciente de su impotencia ante la fuerza del elemento, de lo enigmático del fenómeno y frente a los desastres causados, se ve en el trance de acudir a un Ser Supremo, busca un intercesor, a un Protector contra esas adversidades, representado en la imagen de un Cristo, de la Virgen María o de algún santo de su especial devoción, ofreciéndole recordar cada año el infausto acontecimiento con actos piadosos en su honor y juramentada la promesa. Dada la idiosincrasia de nuestro pueblo, estoico en las adversidades, con el tiempo a la piadosa conmemoración le fue agregando eventos profanos en honor del Protector elegido: danzas autóctonas, fuegos pirotécnicos, música, chirimías, endosos, corridas de toros, etc. Todo esto unido a las romerías venidas de los otros pueblos a pagar sus “mandas” unos, otros por mero esparcimiento, incrementó la concurrencia de mercaderes y de compradores, convirtiéndose la celebración anual en verdadera Feria.
Como otros pueblos, Zapotlán ha sido victima de grandes calamidades durante sus épocas; precortesiana, colonial y contemporánea, en su mayoría ocasionadas por elementos de la naturaleza: terremotos erupciones volcánicas, tempestades, epidemias etc. Mas contra todas la adversidades – según la historia – siempre encontramos a los habitantes del valle de zapotlán, recurriendo a un protector sobrenatural. En la época colonial Fray Juan de Padilla (1521) puso a este lugar bajo la advocación de la Virgen María, llamándole: “Pueblo de Nuestra Señora de la Asunción de Zapotlán”.
Desde esa época, los zapotlenses, ya con su fe en un solo Dios, en sus adversidades imploraron su auxilio, su amparo, su protección o por medio de santos intercesores.
219 años después o sea en 1747, vemos al pueblo de zapotlán proclamando bajo juramento a Sr. San José su patrono y protector contra toda adversidad. Por eso desde entonces se han venido estableciendo funciones en su honor, que se celebran durante el año, para corresponder a los beneficios recibidos por el Pueblo por medio de la valiosa intercesión de San José y en acción de gracias al Dios Único
219 años después o sea en 1747, vemos al pueblo de zapotlán proclamando bajo juramento a Sr. San José su patrono y protector contra toda adversidad. Por eso desde entonces se han venido estableciendo funciones en su honor, que se celebran durante el año, para corresponder a los beneficios recibidos por el Pueblo por medio de la valiosa intercesión de San José y en acción de gracias al Dios Único
(Copia fiel del juramento)
Dejando someramente narrada la Historia y motivos que dieron origen a la Festividad Josefina, conviene hablar algo sobre los eventos que por razón natural en el transcurso de los siglos, han venido transformando el contenido básico de aquellos documentos. Ellos son los festejos semi-profanos, porque algunos fueron y son en honor al Santo Patrono del Pueblo, que le han venido dando a las fiestas de octubre: mayor importancia social, comercial y turística, con carácter de feria no solo regional, sino nacional. Esos aditamentos son: Reparto de Décimas, Fuegos pirotécnicos, Danzas y Chirimías, Enrosos, Desfiles de Carros Alegóricos, Corridas de Toros etc.
DANZAS Y CHIRIMIAS
Danzas y chirimías: Las danzas pertenecen al folclore del indio zapotleca, es una costumbre tradicional que aún no se ha perdido, porque ha continuado de generación en generación. El origen de las danzas en zapotlán es precortesiano. Hay evidencias de que en el Tzapotlán precolombino se bailó en conjunto en honor a la pluralidad de Dioses. Aquí en los mese de abril y marzo de cada año se acostumbró la “Danza de la Agricultura” en honor al Dios “XIPE-TOTEC”, que fue el Dios de la abundancia, de la primavera, de la medicina etc., fiesta que se llamaba “Tlacaxipeualiztli”. Se bailo en honor de Tlaloc dios de la lluvia y de Colli dios del fuego. Etc.
De principios de la colonia para acá, y con mayor razón desde las fiestas en honor del Sr. San José, en Zapotlán hubo varias danzas de distintos nombres según la indumentaria y el significado de cada cual: “Los Sonajeros”, “Los Pachtles”, “La Conquista” y “Los Retos”. Los primeros bailan al son de los tamborcitos o cajitas, los demás, al ritmo de las cuerdas de un violín tocado líricamente.